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CAMINO
ALTERNO

  • Foto del escritorFernando Vega

Rapear para sobrevivir

Actualizado: 10 feb 2023


Ednis ha estado en Manizales, en Bogotá, en Cali, en Ecuador, en Perú y, principalmente, en Bolivia. Viaja con su madre, de 65 años, y sus cuatro hijos. Ahora van en dirección a Venezuela. Mientras esperan en Rumichaca, uno de los niños, Abraham, de 10 años, me pregunta si conozco Medellín. Dice que él quiere ir a Medellín porque quiere conocer a Charly. “¿Cuál Charly?”, le pregunto. “El de la novela”. Dice que lo va a buscar por todos los barrios porque él quiere aprender a rapear para ganar dinero rapeando, pues en Manizales le tocó estar en el Bienestar Familiar porque lo descubrieron vendiendo dulces con su abuela.

María, la abuela, se acomoda en un andén. Sus cuatro nietos se acomodan alrededor de ella. Es una mujer de piel negra, su cabello gris oscuro se oculta levemente debajo de una gorra blanca. A pesar de su edad se le ve con mucha energía, aparenta varios años menos. Sentada sobre una maleta grande empieza a dar indicaciones a sus nietos.

Elías, de 5 años, dice que se quiere comer una arepa grande, grande, con cinco kilos de queso. “¿Nos vas a antojar con esa arepa?” “Yo estoy antojado”, dice, “pero qué le voy a hacer si vivo en la calle”.

¿Elías también sabe rapear? Claro. Sin pensarlo mucho, sin mucha timidez, empieza a lanzar unas rimas que no se entienden del todo pero que transmite con una seguridad que convence. Sus gestos acompañan bien el momento.

Abraham, por su parte, intenta una y otra vez expresar una experiencia, pero las palabras no se le dejan. “¿Sabes escribir? Podrías escribir la letra para que no la pierdas y luego seguir intentando hasta que lo puedas expresar como más te guste”. “¿Tú me las podrías escribir?” Me dice. “Vale, canta y yo escribo”:

Yo quiero estar con mi familia

Tengo a mi familia pasando hambre

Estoy en Bienestar Familiar

Quiero a mi familia

Familia


Esas frases lo dicen todo. O casi todo. Con un poco más de esfuerzo intenta expresar otra idea, pero no le sale: cuando llegó a Manizales escuchó algunos disparos. Se asomó al río con algunas personas y había un señor envuelto en un colchón.


Mientras esperan, sentados junto a la abuela, juegan con unas cartillas, intentan descifrar unos laberintos y colorear algunos dibujos. Elías le pide a su hermano que le ayude, pero se lo pide con una amenaza que a pocos adultos he escuchado. La violencia domina a cada minuto su comportamiento. Tres minutos después le acomoda su pequeñita mano de 5 años en la mejilla a su hermano, un golpe seco, y todos nos quedamos sorprendidos.

Ojalá que el rap les pueda ayudar a estos niños a sacarse del corazón esas imágenes que han tenido que ver, esos sentimientos que no han podido evitar. Ese comportamiento al que han estado acostumbrados. La inteligencia de estos niños es incalculable. La sed de aprender y de recibir amor es insaciable. Están abiertos a las oportunidades. Tienen sueños.

Con una oportunidad pueden llegar a denunciar, desde su vida, con sus palabras, con sus rimas, la injusticia, la desigualdad, la falta de amor, que viven tantos niños en el mundo, en Iberoamérica, en Colombia. La música puede convertirse para ellos en una fuente de esperanza.


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