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CAMINO
ALTERNO

  • Foto del escritorFernando Vega

Una dictadura eterna

Actualizado: 10 feb 2023

Análisis del tiempo en el primer capítulo de El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez

El otoño del patriarca es una novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), publicada en 1975, que contiene varios elementos literarios muy interesantes, entre los que se destaca el uso de signos de puntuación; que son escasos, lo cual da espacio a cierto protagonismo del lenguaje que va fluyendo libremente en la historia.

La novela también tiene una gran relevancia al estar enmarcada en el subgénero conocido como novela de dictador, en este sentido constituye una muestra del compromiso social del autor con un continente que, hasta el momento de su publicación, se había visto envuelto en diferentes dictaduras en varios países, entre estos Paraguay, Bolivia, Nicaragua, República Dominicana y Cuba.

En el presente texto se abordará uno de los elementos interesantes de esta novela: el tratamiento del tiempo. El trabajo se enfocará en el primer capítulo. Desde la primera página se pueden observar algunos aspectos muy interesantes relacionados con el tiempo: “y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos”. El ambiente recreado pareciera tener siglos. Da la sensación que esa realidad, que más adelante se describirá con más detalles (la de una dictadura de muchos años) se puede vivir como si fueran siglos. Quemain (2014) destaca que ese ambiente de eternidad surge en torno al dictador: “El tiempo del personaje es el de su crueldad, un mundo interno que distintos narradores materializan con los hechos, con los actos malvados del déspota”. Pero evidentemente no solo es el tiempo del patriarca, también es el tiempo que él transmite a los demás. Normalmente, cuando vivimos experiencias de dolor, cansancio, problemas, aunque sea algo fugaz, lo sentimos como si fuera eterno. En la primera página de la novela parece que se transmite esa idea: una dictadura se puede sentir eterna por sus efectos en la sociedad.

También Quesada refuerza esta idea del efecto del tiempo en la sociedad. Precisamente es el narrador de la historia el que revela esa sensación de atemporalidad, de eternidad. De forma más concreta hay que mencionar que uno de los narradores, quizás el más constante, es el pueblo, la sociedad. “Parece ser que el único personaje que hay es una pluralidad de voces, el rumor del pueblo, de la colectividad” (2012, p. 247). Vale la pena destacar con respecto al narrador de la historia, el cambio repentino y frecuente en el narrador, pasando de la primera persona del plural, en muchas ocasiones, a la primera del singular; empleada principalmente por el general. Es como si se contrastara la voz del pueblo y la voz del patriarca.
Por otra parte, esa pluralidad de voces menciona: “fue como penetrar en el ámbito de otra época” y luego, “el silencio era más antiguo”. Adicionalmente, luego se mencionan algunos objetos como la alberca bautismal, el furgón, la limusina, entre otros, que pertenecen no a unos cuantos años atrás, sino a otras épocas. Todo el ambiente parece estar envuelto en un tiempo eterno o, como menciona el narrador, a: “tiempos dormidos”.

En ese tratamiento del tiempo, en esa eternidad avasalladora, también se puede incluir el abordaje cíclico de la historia. En la cuarta página se dice: “de modo que también nosotros nos atrevimos a entrar…” y se describe nuevamente, aunque de forma distinta, la entrada en la casa presidencial que ya se había descrito en las primeras líneas de la novela. De forma similar, más adelante dice: “y estaba tirado en el suelo, bocabajo, con el brazo derecho doblado bajo la cabeza para que le sirviera de almohada” y luego: “y el brazo derecho doblado bajo la cabeza para que le sirviera de almohada”, esta imagen se sigue repitiendo a lo largo del capítulo.

Se narra la historia hasta cierto punto en el cual se abandona momentáneamente para retomarla desde otro punto en el pasado, llevarla hasta el punto en el que se dejó y continuarla hasta otro punto desde el cual se vuelve a soltar para retomarla en otro y así sucesivamente de forma magistral. “Es este ciclo de muerte, desenmascaramiento de la muerte y nuevo comienzo, lo que da al tiempo mítico la forma de eternidad en la novela: el fluir de una historia circular que siempre recomienza” (Abad, sf. p. 91).

En la medida en que avanza el primer capítulo se puede percibir que el protagonista habita el tiempo de forma singular; no vive en un único instante, se le ve en dos sitios al mismo tiempo. Es como un ser atemporal. Este aspecto se puede observar en la frase: “Aquel estar simultáneo en todas partes”. Luego se evidenciará que este efecto, en la práctica, se produce con ayuda del doble del patriarca.

Otras expresiones que también configuran ese efecto de eternidad en el tiempo en torno al general son las siguientes: “sabíamos que eran copias de copias de retratos que ya se consideraban infieles en los tiempos del cometa” y “ningún mortal lo había visto desde los tiempos del vómito negro”. De esta manera se transmite la sensación de que él ha vivido por años, décadas o, incluso épocas. Lógicamente es muy difícil pensar en la eternidad de una dictadura cuando no se la ha vivido, así que una forma muy interesante de transmitir esa idea es precisamente a través del uso del lenguaje que hace Gabriel García Márquez, en este caso una representación hiperbólica de esa realidad.

También se puede destacar en medio de la prosa poética empleada por el autor, el uso de figuras típicas de la poesía como la anáfora, reiterando así determinados aspectos: “cambiaban por flores nuevas las flores nocturnas de los floreros”, “empezó aquel estropicio de vidrios, aquel viento de muerto grande, aquel entrar y salir de gallinazos” o “se escuchaba el ruido de estrépito de las tres aldabas, los tres cerrojos, los tres pestillos del dormitorio presidencial”. Esta estructura de las oraciones parece influir en la idea de una dictadura eterna.

Otra forma de hacer hincapié en ciertos puntos es por medio de palabras que se repiten frecuentemente. Algunos ejemplos de esto son: vimos (vio, habíamos visto), vaca (empleada cinco veces en una página), gallinazos, solitario, poder, usurpador... Este efecto puede ser un claro llamado del autor al lector para enfocarse en algunos aspectos de la obra y, a la vez, temporalmente se puede ver como la repetición, una y otra vez, hasta generar un sentimiento de cansancio y, nuevamente, de que algo es eterno, de que no pasa, no tiene fin.

En definitiva, Gabriel García Márquez hace un espléndido uso del lenguaje en este libro que le permite, entre otros aspectos, transmitir un sentimiento de eternidad, de tiempo dormido. Las dictaduras, aunque duren cinco, diez, quince años... violentan profundamente al ser humano; tanto a nivel personal como a nivel social. Un año de injusticia social, de opresión, puede parecer una eternidad. Algo por lo cual han pasado la mayoría de países latinoamericanos y de lo que probablemente hoy en día se sigan viendo muchos rasgos.


Referencias:


Abad, J. (s.f.). Poder, eternidad y dictadura: El otoño del patriarca de García Márquez. Notas para una lectura. Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada, 82 - 94.


Arratia, A. (2010, mayo 24). Dictaduras latinoamericanas. Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, XVI, 33-51.


Colón, C. (2006). Diario de Cristóbal Colón. Valladolid, España: Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal.


García, G. (1975). El otoño del patriarca. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.


Quemain, M. (2014). El otoño del patriarca, la historia como repetición. Diciembre 20, 2020, de Letras libres. Sitio web: www.letraslibres.com


Quesada, E. (2012, octubre 5). Objeto, tiempo y colectividad en el otoño del patriarca. Discusiones Filosóficas, 21, 245 - 262.








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